La carta

|
Cuando entró vio la carta sobre la mes.
Una rara sensación, le atravesó el cuerpo.
Todo estaba en orden... y no.
Agarró la carta, la abrió cuidadosamente y comenzó a leerla:

Perdoname por la forma que me voy.
De otra manera tal vez, no hubiera podido.
No te sientas culpable, la culpa quizá no sea de ninguno de los dos, sino de la rutina y del tiempo. Vos mismo me diste una hermosa definición del tiempo: "animal invisible, ligero y hambriento que deambula por la piel y la mente, como polizón de un barco fantasma".
Te acordás?
Antes de despedirme, quería decirte dos cositas: 
la perilla de el horno es la que tiene una rayita roja y la remera negra con la cara de Jim Morrison, que usabas para dormir, no la tiré, está en el segundo cajón del ropero. Si, el que era mío.
Bueno, ahora si me despido
Cuidate mucho, un beso.


La tarde pesaba-pasaba como emigrando, mientras las paredes de la casa le contaban historias que jamás había escuchado.
El vidrio del portarretratos los mantenía jóvenes, felices, juntos...
Dejó la carta entre un cenicero cargado de colillas, un libro de rilke y un signo de pregunta.
Puso a calentar el agua, el mate todavía estaba tibio, como el recuerdo.
Prendió un cigarrillo, y se quedó a esperar la noche,
como un chico que espera que se caiga el trapecista.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Dale, puteame, yo se que vos querés, picarón